Franziska Scheler by Bernard von Brentano

Franziska Scheler by Bernard von Brentano

autor:Bernard von Brentano [Brentano, Bernard von]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1945-01-01T00:00:00+00:00


3

Al día siguiente fue Waldo a la redacción a ver a Leopold.

—Todavía soy bastante joven —dijo él, y su cara, en consonancia con sus palabras, mostraba una expresión de timidez y de vergüenza que era encantadora—, y las mujeres tienen un alma que me resulta por entero enigmática, de acuerdo, pero creo que usted no ha tratado con mucha habilidad a mi hermana Inge.

—La he tratado con mucha torpeza —dijo Leopold—. Le he dicho aproximadamente lo que pienso.

—Es repugnante tener que mentir —dijo Waldo—, pero creo que en ocasiones hay que hacerlo.

—«Mentir» es un término demasiado duro y demasiado grueso para lo que resultaría apropiado aquí y ahora. No hay que decir todo lo que uno piensa. En un caso hay que emplear unas palabras, y en otro, otras. ¿Está enfadada conmigo la señora Von Klemm?

—Muy enfadada —dijo Waldo—. Dice que usted es una persona inmoral y que afirmó que los padres no tenían el más mínimo deber para con sus hijos.

—Eso no es lo que yo opino —dijo Leopold, que no pudo menos que echarse a reír—, pero reconozco que se me llevó el diablo y que me expresé un poco en términos teóricos. Esas situaciones son condenadamente problemáticas —prosiguió al cabo de un rato—, y en el fondo, mi punto de vista es bastante radical. Si una mujer como Anki regresa con Richard Scheler, será muy infeliz, y no creo que la visión de una madre infeliz sea la medicina correcta para Hans Karl. Todo ese problema es peliagudo. No sé si los padres existen para los hijos o si los hijos existen para los padres. Hay hombres muy decentes, de mucha moralidad y hasta geniales que provienen de matrimonios horrorosos, y existen asesinos y depredadores sexuales que eran hijos de parejas respetables, laboriosas, piadosas y felizmente casadas. La naturaleza hace lo que le da la gana, y los niños probablemente tampoco son diferentes de los adultos: si evitas una dificultad en el camino, te salen otras dos.

—No puedo mezclarme en estos asuntos —dijo Waldo—. He venido a verlo porque usted es un señor digno de aprecio, por quien albergo un montón de sentimientos en mi corazón. Mi hermana Inge no ha inventado la pólvora, pero es una estupidez que…

—Entre hombres es importante la franqueza —lo interrumpió Leopold—, y voy a confesarle una cosa, querido Waldo, algo que, sin embargo, tendrá que guardar para usted: ¡amo a su hermana! Si el asunto girara en torno a si Anki debería divorciarse o no por mí, entonces reuniría las fuerzas para desaparecer de la escena. Pero es que las cosas son muy diferentes. No nos metemos dos veces en el mismo río. Cuando conocí a Anki… me refiero a cuando la conocí de verdad, ya llevaba tres años divorciada, y dudo que sea posible arreglar eso.

—Yo también —dijo Waldo.

En el escritorio de Leopold estaban las galeradas de su biografía sobre Gentz.

—Me gustaría escribir un libro —dijo Waldo—. ¿Cómo se hace? ¿Podría confiarme el secreto?

Leopold se rio y ofreció un cigarrillo a Waldo.



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